jueves, 12 de noviembre de 2009

Es mi primer día... mi primera vez.
Suena cursi, es cierto. Siempre nos alejamos de las palabras cursis. Palabras que esconden emociones cursis. Como si se tratara de un debilidad, las escondemos, las acompañamos con otras palabras, otros gestos. Las reforzamos con grandes y dañinas muestras de ironía y sarcasmo.
Las palabras cursis nos dan miedo. No caben en nuestra forma de comunicarnos. Nos asustan en nosotros mismos y nos incitan al ataque cuando las oímos en otra persona.
Siempre al acecho de una pequeña brecha, un destello de cursilería, para entrar a matar.
Un tremendo esfuerzo diario, casi siempre inconsciente, de maquillar nuestras emociones. De que esas terribles palabras no se escapen sin nuestro consentimiento o con el armamento suficiente preparado para contraatacar.
Y si diésemos rienda suelta a nuestras palabras cursis? Qué pasaría?

2 comentarios:

  1. Te aseguro que no pasaría gran cosa. Aunque cada pensamiento suele ser acorde con la edad de cada uno ¿no? Primeras veces acontecen a lo largo de toda la vida. Welcome.

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  2. Y cada primera vez es una puerta que no siempre estamos preparados para abrir.
    Nos limita más el pensamiento, la edad del pensamiento, que los años acumulados en nuestro cuerpo.
    Thank you for your welcome.

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