lunes, 15 de febrero de 2010

Lapsus (4)

Laura atravesó la cocina y salió al pequeño jardín.

Para ella la casita no era más que el estudio de su madre aunque muy en el fondo algo le decía que era un lugar especial. La hiedra y demás plantas trepadoras (cuyos nombres nunca tuvo mucho interés en recordar) formaban ya parte de la estructura de madera. Era un todo compacto con vida propia, por fuera y por dentro.

Laura entró sin más en la casita.

_ ¿Mamá?

Mamá estaba recogiendo sus utensilios de pintura.

_ Oui, chérie?_

Mamá no sólo era una artista bastante reputada, también era francesa. Algo muy cool para el resto de la humanidad pero una gran losa para Laura.

Para ella era sólo su madre, con todo lo que eso conlleva, la persona a la que más necesitarás y negarás en tu vida, la persona con más defectos y que más huella dejará en ti, amén de ser la culpable de todos tus males.

_ ¡Me ha vuelto a pasar! _ El tono de voz era tan suplicante que Mamá se giró por fin a mirarla.

_ ¿El qué?_ Como madre, no dudó en preocuparse, como persona racional sabía que su hija fluctuaba en los extremos y que vivía rodeada de debacles inexistentes.

_ He tenido otro lapsus.

_ ¿Cómo que un lapsus?

_ No recuerdo nada entre salir de casa y de repente estar mirando un cuadro.

_ A mi eso me pasa cuando salgo de copas_ Elena estaba plantada en la puerta escuchando la conversación. Laura la fusiló con la mirada más hiriente que pudo encontrar.

_ Elena, como madre no quiero saber esas cosas.

_ ¡Qué estoy aquí! _ Laura pujaba por la atención de su madre.

_ Y era bonito el cuadro?

_ ¡Mamá!

_ A lo mejor tiene que ver.

_ Pues no, no era bonito. Era un payaso _ Elena no pudo evitar una risita por lo bajini. Laura respiró hondo. Mamá intentó suavizar la situación.

_ Bueno, una cosa no quita la otra.

_ Mamá, que era un payaso! _

_ ¿Pero a ti qué te preocupa más, el dichoso lapsus o el payaso?_ Elena tenía prisa y quería zanjar la conversación lo antes posible.

_ ¿Es que no puedo hablar a solas con mamá?

_ No cuando tengo una mesa reservada.

_ Huy, perdona. Como puedo ser tan egoísta.

Mamá tenía que poner freno a la incipiente batalla.

_ Bon, Ça suffit, hein. On en reparlera plus tard. C’est promis._ Y Mamá le dio un beso a su pequeña dando por terminada la dicusión.

lunes, 8 de febrero de 2010

Lapsus (3)


Laura llegó a su casa agotada. A pesar de sus 29 años, seguía viviendo con sus padres y no tenía ninguna intención de abandonar el hogar materno.

Cruzó el pequeño patio delantero evitando pisar las hojas caídas del hermoso almendro que ya empezaba a clarear y entró en su casa ( sin olvidar limpiar concienzudamente las suelas de sus zapatos en el felpudo de entrada). Buscaba respuestas y culpables.

_ ¡Mamá!_ Mamá no contestaba. Laura abandonó su bolso sobre un pequeño mueble de la entrada donde se solían apilar llaves, gafas, chaquetas… Todo según la temporada.

_ ¡Mamá!_ Laura subió las estrechas escaleras que llevaban a las habitaciones. Echó un rápido vistazo. Nadie.

_ Vale, genial, no hay nadie. Cuando alguien tenga un problema se lo va a contar a quien yo te diga.

_ Qué farfullas?_ La voz provenía del baño entremezclada con el ruido de la cisterna. Laura fue directa a la puerta para darse de bruces con Elena, su hermana.

Laura y Elena no podían ser más diferentes. Las dos eran de constitución similar, estatura mediana y tirando a delgaditas y las dos habían heredado los oscuros ojos almendrados de su madre. Pero eso era todo. El físico y la actitud infantil de Laura siempre habían chocado con la madurez y el atractivo de su hermana mayor.

_ ¿Qué haces aquí?_

_ He quedado a comer con mamá.

_ ¿Dónde está?

_ En la casita, supongo. Yo acabo de llegar.

Laura volvió a bajar las escaleras corriendo.

Se sentía realmente estúpida. Dónde iba a estar su madre si no. Desde que tenía uso de razón (la verdad es que Laura nunca había entendido realmente la relación entre usar la razón y tener recuerdos o memoria); digamos que desde que ella recordaba, su madre prácticamente vivía en la casita. La dichosa casita era una especie de estructura de madera y hierros vestida con cristales de todos los tamaños, apoyada contra una pared del jardín trasero. Sus padres la fueron construyendo con material que robaban por la noche de la multitud de obras que en los años setenta surgieron en la zona de Chamartín. Edificios modernos de pisos que poco a poco le fueron comiendo el terreno a los pequeños chalets pareados como el suyo.