lunes, 10 de mayo de 2010

Lapsus (8)


_ Mamá, es una cosa pequeñita, azul clarito, que se enchufa en el ordenador.

_ Sé perfectamente qué es un pen-drive. Y no, no lo he visto.

_ Estaba encima de la mesa del salón y ahora no está. Alguien lo ha cogido.

_ Yo no.

_ Pregúntale a mi hermana.

Ser madre no implica necesariamente aguantar todas las neurosis de los hijos y mucho menos cargarse con culpas ajenas pero Mamá estaba más que acostumbrada. Eso sí, la condescendencia era algo que podía romperle los nervios a cualquiera. Y Mamá estaba a punto de perder la paciencia. Podía pasar de la total abnegación a la más absoluta necesidad de matar. Respiró hondo y sin mover un ápice el móvil de la oreja se dirigió a su hija mayor.

_ ¿Has cogido tú un pen-drive de encima de la mesa?

Elena, todavía con la sonrisa en los labios y con los ojos ligeramente vidriosos, negó lentamente con la cabeza. Mamá volvió al teléfono.

_ Tú hermana tampoco. Así que búscalo y la próxima vez ten más cuidado con tus cosas.

No hubo tiempo para volcar más culpas ni más quejas. Con un escueto y frío hasta luego, Mamá colgó y dejó a Laura sumida en su maraña sin un mísero espejo en quien proyectar.

_ ¿Otro lapsus?_ Elena parecía volver en si.

_ Hemos venido a comer para hablar de tu exposición no de tu hermana.

¡Y ahora qué ha pasado! Elena se preguntaba por qué los dioses la habían dejado caer en esa familia. Pero bueno, siempre había sido así y además necesitaba la ayuda de su madre así que…

Laura no cejaba en la búsqueda de su pequeño artilugio digital. Cajones, armarios, nevera, horno, microondas, baños… Vale, ha desaparecido, así de claro. No quieren que trabaje, pues no trabajo.

Qué mejor excusa para no trabajar que no tener los medios. Laura se tumbó en el sofá con intención de echarse la siesta e intentar poner freno a la vorágine mental que pretendía asediarla. Pero su cerebro seguía rumiando independientemente de las ganas que tuviera la Laura consciente de dedicarle ni un minuto más a su lapsus matinal o a la pérdida del pen-drive.

Sin ningún aviso previo de su cerebro, Laura se metió la mano en el bolsillo de su vaquero. Et voilà! Ahí estaba el dichoso aparatejo. Laura lo miró con cierta rabia pero sin ninguna sorpresa. ¡No hay nada freudiano en esto!

Esa respuesta inmediata tenía su razón de ser. No se puede negar que su inconsciente trabajaba a más revoluciones de lo normal y casi siempre por libre pero Laura estaba muy harta de que todo el mundo tuviera siempre a mano una lectura propia para cada uno de sus actos. Cuando alguien le decía has hecho esto por esto otro o esto que has dicho significa no sé quépatatín patatán… ella siempre sacaba a colación la única cita que conocía de freud “a veces un puro no es más que un puro” y se quedaba tan ancha.

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