lunes, 17 de mayo de 2010

Lapsus (9)


Bueno, no sólo de Freud. Realmente era la única cita que conocía y punto.

No se puede decir que no lo intentara pero nunca consiguió que en su memoria quedara grabada cita alguna y ya no digamos refranes o dichos populares. Falta de memoria o simplemente de interés, el caso es que terminó aborreciendo su uso. De ahí que sólo utilizara ésta y como arma arrojadiza o simple parapeto.

No cabe duda de que hay frases célebres para todos los gustos y situaciones. ¡Y lo que le gusta a la gente apoyarse en ese tipo de citas!

Ante su inutilidad para tales conocimientos y su posterior rechazo, Laura le había dado muchas vueltas al por qué de su uso y disfrute. Según ella sólo cabía tres explicaciones.:

Una, la necesidad de apoyar la propia convicción con las palabras de alguien famoso (lo que denota cierta inseguridad en uno mismo);

dos, porque la persona en cuestión no es capaz de utilizar sus propias palabras (es decir, o no lo ha intentado o tiene poca imaginación)

y tres, porque queda muy culto aprenderse una ristra de frases sacadas de contexto para iluminar cualquier estupidez.

Está claro que Laura era bastante radical en sus conclusiones pero también es cierto que es muy fácil negar lo que uno no puede conseguir o, como diría la zorra de la fábula de Esopo, “¡Ni me agradan, están tan verdes…!” (“La Zorra Y El Racimo De Uvas”)

El pequeño engendro tecnológico encontrado no había excusa para no ponerse a trabajar. Como todo en la vida de Laura, había que seguir unas pautas. Encender ordenador, colocar los diccionarios a la izquierda del teclado, el té a la derecha, escribir contraseña, mirar e-mails, contestar algunos y borrar la mayoría, respirar profundamente y, por fin, abrir el simbolito del pen-drive.

Laura había pasado por varios trabajos desde que dejó la Universidad. A diferencia de su hermana, nunca supo muy bien a qué quería dedicarse. Estudió filología francesa porque le pareció lo más fácil, bueno, ella ya hablaba francés, ¿no? Se dedicó a la enseñanza una temporada (academias y particulares) pero ni tenía paciencia ni malditas las ganas. Trabajó en una librería francesa una temporada pero el volumen de ventas no daba para muchos empleados (eso dijeron). Y finalmente (y gracias a sus padres) entró a trabajar en una empresa de traducciones. Primero documentos sin importancia, luego cuentos infantiles, hasta que un día, por esos avatares del destino, le entregaron su primera novela.

¡Huau! ¡Qué nervios! Y Laura se enfrascó en su lectura con una emoción inusual en ella.

El título era un tanto escueto, “Le Désir” (básicamente, El Deseo) pero dejaba bastante claro el tema de la obra. Bueno, para todos menos para Laura (cegada por la emoción del primer gran encargo o porque simplemente no quería ver lo evidente).

Lo leyó en una tarde y a los tres días ya tenía casi medio libro traducido.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena Lola, por fin un blog que me ha enganchado, hasta tengo "LAPSUS", me encanta como está escrito y espero que la historia continúe.
    Lo vamos a pasar genial, espero que todo el mundo se apunte

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  2. Gracias, espero que te siga gustando hasta el final

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