viernes, 18 de marzo de 2011

Lapsus (20)

Aunque a Elena ese tipo de personas le ponía enferma no podía negar que sentía cierta envidia. Individuos que se creían poseedores de la verdad absoluta sin conocimiento alguno y que se sentían tocados de la mano de dios. Sí, eran seres ignorantes y sin talento pero tenían el don de encandilar, de convencer a lo demás, de suscitar un respeto y una admiración inmerecidos.

Claro, dices eso de mí porque yo tengo éxito y tú no. Yo vivo (y muy bien) de mi obra y tú vives a la sombra de tu madre.

Este era el siguiente pensamiento de Elena.

Vale, seguramente su primer pensamiento era el acertado, ¿pero qué más daba?

Elena no podía dejar de mirar al nuevo profeta del arte moderno.

Un insecto atraído por la luz, así se sentía ella y lo peor, no lo podía evitar.

_ Pero yo no veo que destiles sufrimiento y feo eres un rato.

Una pequeña voz había surgido de la nada. ¡Laura! Elena no daba crédito. La ingenuidad de su hermanita a veces conseguía emocionarla (sobre todo si era para rebatir a ese engreído).

¡Ah! Pero hay gente con respuesta para todo. El gran maestro no estaba dispuesto a amilanarse.

_ Cuando alguien no sabe qué decir siempre echa mano del insulto. _ Y lo dijo tal cual, con ese tono tan sutil, tan… tan capaz de sacar de sus casillas a cualquiera. Bueno, a cualquiera menos a Laura.

_ Yo no te he insultado. Constato una realidad, eres muy feo.

_ Ni lo soy ni veo qué tiene que ver. Hablamos de arte.

_ Pues eso. Atormentada o no, una persona no puede crear nada bello a menos que lleve la belleza dentro y sobre todo que la reconozca. Tú eres feo y no lo ves.

_ ¿Tu hermana no se atreve a decírmelo y te manda a ti?

Cambio de estrategia pero…

¡Hasta ahí podíamos llegar!

Elena se acercó en dos zancadas y se encaró con el susodicho.

_ No, no la he mandado yo pero ha dicho exactamente lo que pienso. Venga vamos.

Sin más explicaciones, Elena cogió del brazo a su hermana y se la llevó de allí.

_ ¿Por qué? Me lo estaba pasando genial.

_ Porque no quiero que te quemes.

Elena no soltó a su hermana hasta que encontró de nuevo a Pablo apoyado en la barra y con una cerveza en cada mano.

_ ¿Dónde estabas? Ah, qué bien, has encontrado a Laura.

_ Oye, ¿cómo se hace alguien del Facebook?

_ ¿Qué?... Ya está, te quemaste.

_ ¿Te enfadas conmigo porque te digo que escribas un blog y ahora quieres entrar en Facebook?

Lo bueno de Laura es que nunca deja de sorprenderte. Da igual que te caiga bien o mal.

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