Realmente el mundo de la psicología era un tema que a Laura se le escapaba de las manos. A pesar de las diferentes terapias y todos los años invertidos no conseguía retener nada (y eso que muchos ya habrían conseguido la carrera y varios masters)
Pero cómo pretendían que escribiera un diario si lo olvidaba todo. Y no sólo sus esporádicos lapsus.
Alguna vez, por ejemplo, había hecho el esfuerzo de recordar algo de los temas tratados en alguna sesión pero era salir a la calle y quedarse en blanco.
Aunque confiaba ciegamente en cualquier terapia, no conseguía entrar en comunión con los mecanismos del inconsciente (es decir, que no entendía ni papa). Por mucho que le explicaran escuelas y términos (y por ende superego, superyo, superello, padre, hijo y espíritu santo), su mente se negaba a comprender. Para ella no era más que un lenguaje creado para un exclusivo círculo del que se sentía excluida…
¿Y los sueños? ¡Qué obsesión con los sueños! Rara vez se acordaba de alguno y el simple hecho de pensar en escribirlo hacía que se volatilizara. Por no hablar del momento crítico en el que le pedían que lo comentara e intentara descifrarlo. Laura llegó a convencerse de que el día que recordara un sueño y le encontrara un significado sería el fin de sus males y de sus singladuras psicoanalíticas.
Olvidadiza era un rato pero obsesiva mucho más.
_ Las cosas feas son eso, feas. No se puede escribir nada sobre algo feo. Claro que yo tampoco podría escribir nada sobre cosas bonitas. ¿Y qué me dices de un diario? A ver, ¿qué escribo? Hoy me encuentro mal. Hoy no recuerdo como he llegado a casa pero estoy bien. Mi madre pasa de mí y mi hermana ni te cuento.
Laura gesticulaba y ponía caras mientras le contaba a Pablo (el novio, compañero, pareja, concubino de Elena) sus avatares con el mundo psicoanalítico.
Laura y Elena no eran muy de salir de copas. A las dos les agobiaban los sitios cerrados con mucha gente y mucho ruido (A Laura más, por supuesto). Pero esa noche habían quedado con un grupo de amigos (Sí, aunque parezca mentira tienen amigos comunes) para celebrar el cumpleaños de una antigua compañera de universidad de Elena.
Pablo escuchaba atentamente y sonreía. Aunque a Elena se le escapaban las razones, cuñada y cuñado se llevaban a las mil maravillas.
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