lunes, 6 de junio de 2011

Lapsus (21)

Elena miraba su cuadro encaramado en su propio altar.

Había ido a su estudio a empaquetar los tres lienzos que había escogido para llevarlos a la galería. Quedaba una semana para la inauguración de la Feria y los nervios empezaban a llamar a la puerta.

No era la primera vez que Elena exponía y había un par de galerías (supermercados de arte) que de tanto en tanto sacaban a la luz algún cuadro suyo.

Pero siempre había nervios. Da igual cuántas veces hubiera pasado por ese infierno.

Elena seguía sin recordar cómo y cuándo había terminado su obra de forma tan precisa y redonda. Pero lo peor era la terrible pregunta que le empezaba a rondar y que intentaba espantar como a una mosca cojonera.

¿Fue ella quien lo hizo?

La mosca seguía ahí. Su batir de alas ocupaba cada vez más espacio en el cerebro de Elena.

Y si no fue ella, ¿quién?

Había otro juego de llaves en casa de su madre. Pero no se imagina a Mamá yendo a su estudio y mucho menos tocando sus obras. Mamá era más del estilo de tirar la piedra y ni siquiera esconder la mano, es decir, de la crítica constructiva (hiriente en cualquier caso). Soltaría un “A eso le falta un no sé qué”, se quedaría tan pancha y cambiaría de tema. En eso era igual que Laura.

¿Laura?

No, Laura pasaba de la pintura. Nunca le había interesado lo más mínimo y no sabría hacer ni un círculo a mano alzada (o la “O” con un canuto).

El caso es que estaba hecho y bien hecho, no había que darle más vueltas.

Elena bajó el lienzo del caballete con mucho cuidado. Lo envolvió con plástico de burbujas, le colocó unas cantoneras de cartón, lo protegió con unas planchas de contrachapado a medida y vuelta a las burbujas.

Ahora había que llevarlos a la galería, ellos se encargarían de trasladar todas las obras a la exposición.

Lo lógico hubiera sido contratar una empresa de transportes pero eso no entraba en los planes de Elena. Ni se fiaba ni tenía presupuesto.

Una de las primeras cosas que había aprendido como artista es que los cuadros no debían ser muy grandes. Primero y más importante, la gente que pretende comprar una obra de un pintor desconocido no suele tener paredes inmensas en salones diáfanos (cuando ya se es famoso uno puede hacer lo que le de la gana y siempre habrá alguna pared para tu obra). Y lo segundo (tampoco vale para ricos y afamados artistas), el propio creador tiene que ser capaz de mover y trasladar su obra.

Había que ser práctico.

Mientras Elena embalaba y bajaba los cuadros a la calle, Pablo no había dejado de dar vueltas a la manzana. Encontrar aparcamiento en esa zona era misión imposible y quedarse parado en la calle frente al portal, misión suicida (la estrechez de la calle sólo permitía el paso de un coche y en muchos casos llevándose por delante una ristra de retrovisores), a menos que tuvieras la pachorra (y Pablo no la tenía) de quedarte parado haciendo oídos sordos a pitidos e insultos.

viernes, 18 de marzo de 2011

Lapsus (20)

Aunque a Elena ese tipo de personas le ponía enferma no podía negar que sentía cierta envidia. Individuos que se creían poseedores de la verdad absoluta sin conocimiento alguno y que se sentían tocados de la mano de dios. Sí, eran seres ignorantes y sin talento pero tenían el don de encandilar, de convencer a lo demás, de suscitar un respeto y una admiración inmerecidos.

Claro, dices eso de mí porque yo tengo éxito y tú no. Yo vivo (y muy bien) de mi obra y tú vives a la sombra de tu madre.

Este era el siguiente pensamiento de Elena.

Vale, seguramente su primer pensamiento era el acertado, ¿pero qué más daba?

Elena no podía dejar de mirar al nuevo profeta del arte moderno.

Un insecto atraído por la luz, así se sentía ella y lo peor, no lo podía evitar.

_ Pero yo no veo que destiles sufrimiento y feo eres un rato.

Una pequeña voz había surgido de la nada. ¡Laura! Elena no daba crédito. La ingenuidad de su hermanita a veces conseguía emocionarla (sobre todo si era para rebatir a ese engreído).

¡Ah! Pero hay gente con respuesta para todo. El gran maestro no estaba dispuesto a amilanarse.

_ Cuando alguien no sabe qué decir siempre echa mano del insulto. _ Y lo dijo tal cual, con ese tono tan sutil, tan… tan capaz de sacar de sus casillas a cualquiera. Bueno, a cualquiera menos a Laura.

_ Yo no te he insultado. Constato una realidad, eres muy feo.

_ Ni lo soy ni veo qué tiene que ver. Hablamos de arte.

_ Pues eso. Atormentada o no, una persona no puede crear nada bello a menos que lleve la belleza dentro y sobre todo que la reconozca. Tú eres feo y no lo ves.

_ ¿Tu hermana no se atreve a decírmelo y te manda a ti?

Cambio de estrategia pero…

¡Hasta ahí podíamos llegar!

Elena se acercó en dos zancadas y se encaró con el susodicho.

_ No, no la he mandado yo pero ha dicho exactamente lo que pienso. Venga vamos.

Sin más explicaciones, Elena cogió del brazo a su hermana y se la llevó de allí.

_ ¿Por qué? Me lo estaba pasando genial.

_ Porque no quiero que te quemes.

Elena no soltó a su hermana hasta que encontró de nuevo a Pablo apoyado en la barra y con una cerveza en cada mano.

_ ¿Dónde estabas? Ah, qué bien, has encontrado a Laura.

_ Oye, ¿cómo se hace alguien del Facebook?

_ ¿Qué?... Ya está, te quemaste.

_ ¿Te enfadas conmigo porque te digo que escribas un blog y ahora quieres entrar en Facebook?

Lo bueno de Laura es que nunca deja de sorprenderte. Da igual que te caiga bien o mal.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Lapsus (19)

Es difícil luchar contra un enemigo que no reconocemos, es más fácil atacar su reflejo, su disfraz de realidad. Y para eso hay que nombrarlo.

O no. Qué más da conocer los nombres si no sabemos de qué hablamos, si no sabemos utilizar las palabras… Si no sabemos percibir ni experimentar lo que sentimos.

Sería un buen tema para el blog de Laura.

Claro que Laura no escribe ningún blog.

Paranoica. Paranoica es la palabra. Por lo menos la palabra que usan muchos para describir ciertos aspectos de Laura. A ella en cambio le gusta más denominarse hipersensible. (Bueno, en realidad no lo hace, ella es como es y no ha tenido la necesidad de buscarse un adjetivo, pero si lo hiciera, hipersensible se adecuaría más.)

_ ¡Será gilipollas!

Elena se ha acercado a Pablo abandonando una discusión que la estaba sacando de quicio.

_ ¿Quién?_ Pablo siempre pendiente y dispuesto.

_ Pues un imbécil que dice que soy lo menos parecido a un artista.

_¿Y eso qué quiere decir?

_ No lo sé pero cuando me han entrado ganas de partirle la cara he preferido no profundizar más en el tema.

Elena mira a su alrededor.

_ ¿Y mi hermana?

_ Entró en barrena. No sé si se ha ido o está por ahí escondida.

_ ¿Qué le has dicho?

_ Que escribiera un blog.

_ Ah, pues muy bien.

Muy bien, ¿qué? Muy bien que escribiera un blog, muy bien que se lo hubiera propuesto, muy bien pero me estoy poniendo celosa o muy bien pero me importa un bledo.

Pablo había aprendido a no hacer más preguntas de las necesarias. A veces los pensamientos tanto de Elena como de Laura se movían en unas frecuencias que distaban mucho de las de los demás. Para ellas cualquier cosa que saliera de sus bocas resultaba de lo más obvio, para los demás, un enrevesado mundo lleno de significados.

_ Muy bien , ¿qué?

¿Qué había pasado? ¿Sería el alcohol? Qué osadía.

_ Muy bien, nada. ¿Nos tomamos otra copa?

¿Tanto coraje para eso? En qué hora se le había ocurrido preguntar.

Ya en la barra, Elena reparó en el tipo del que había huido minutos antes. No podía oírle, pero sí podía ver como gesticulaba y se aferraba a sus argumentos sin permitir la más minima intrusión.

lunes, 31 de enero de 2011

Lapsus 18

A pesar de su pasado feminista (bueno, feminista sigue siendo aunque como siempre, todo a su manera), y como cualquier madre que se precie, Mamá buscaba en sus futuros yernos a salvadores en potencia de sus hijas. Gen atrofiado o herencia subconsciente el caso es que ahí está. Y aunque lo nieguen, en un mayor o menor nivel de conciencia no hay madre que no se pregunte qué habrá encontrado este chico tan majo en la loca de mi hija.

Mamá estaba encantada, un chico educado, culto, guapo y enamorado. Todo jugaba a favor de Pablo (y aunque no fuera así a Elena le hubiera importado bien poco).

Esperemos que la niña se porte bien con él. Otra frase negada por centenares de madres pero cierta.

Pero más encantada aún estaba Laura. Desde el primer momento en que le vio supo que Pablo sería su alma gemela. ¡Vale! Eso sólo pasa en las novelas que traduce Laura pero realmente ella se sintió así. No es que Laura se enamorara perdidamente, por lo menos no como lo entendería la mayoría de la gente. Se sintió como si alguien hubiera abierto una puerta de su zulo particular dejando entrar la luz y el oxigeno y le tendiera una mano.

Coup de foudre, flechazo cósmico o expectativas irracionales. Tanto da que da lo mismo. Laura estaba feliz. Por fin su hermana hacía algo bueno por ella, aunque ni siquiera lo supiera.

Lo más curioso fue cuando llegaron a casa tras la cena. Mamá no dejaba de hablar de lo guapo y atractivo que era Pablo. Pero Laura, por más esfuerzos que hiciera, ni siquiera recordaba de qué color tenía los ojos o el pelo, si era alto o gordo…

Sí, Pablo escuchaba y lo mejor, Laura se sentía escuchada.

_ Pues a mi me parece una idea estupenda.

_ ¿El qué?

_ Que escribas un diario_ Laura no daba crédito.

_ ¿Has tenido un mal día?¿Hay mucho ruido y no me has oído bien? ¿Te han abducido?

_ Mejor aún, un blog.

_ ¡QUÉÉÉÉ!!!!!!

_ En serio. Cada día un pensamiento.

_ Yo no pienso.

_ Pues algo que te haya pasado durante el día.

_ Nunca me pasa nada y si pasa lo olvido.

_ Vale, pues nada, era sólo una idea.

_ Una pésima idea.

¿Qué había pasado? ¿Pablo ya no la entendía? ¿O es que nunca la había entendido y era todo una farsa? Seguro que su hermana y él se reirían de ella esa noche. ¿O lo habían hecho desde el principio?

Laura caía en la decepción a la velocidad de la luz .

Si uno se fijaba con atención podía ver claramente como un velo caía por delante de sus ojos. Una especie de ala negra de plumas brillantes la separaba de repente de la realidad y una serie de sentimientos y emociones la inundaban en tropel. Eran sensaciones que conocía muy bien pero a las que no sabía poner nombre.

Todo lo que tiene nombre es clasificable, conocido, cercado, manipulado. El nombre es importante, sin él cualquier cosa deja de existir y peor aún , somos incapaces de controlarlo y termina dominándonos.